Homenaje a Roberto Kruger, fundador de Estrella de Belén

Por Milagros D´Alessandro y Rocío Villareal

En cariñosa memoria, a poco más de 3 meses del fallecimiento de Roberto Kruger, rindiéndole homenaje a su persona y obra, quisimos redactar esta nota, mostrando su esencia, para dejar plasmada en palabras y afecto su historia y la de nuestro colegio al que le dedicó su vida, siempre en estrecha relación con Dios. 

El miércoles 5 de mayo de 2021, debido a un avanzado cáncer de pulmón, fallecía a los 72 años en la ciudad de Benito Juárez, Roberto Adolfo Kruger. Al día siguiente, jueves 6 de mayo, fueron enterrados sus restos en el Cementerio Parque El Paraíso en nuestra ciudad a las 15 hs, con previo oficio religioso en la Capilla Ardiente a las 14 hs. Sus restos fueron velados en la ciudad de Benito Juárez hasta las 12:30 del mismo día.

“Era muy transparente, muy práctico. Yo me acuerdo de chica que él me presentaba temas, me hacía parte. Creo que eso es lo lindo de alguien que sigue a Dios, que no lo haga desde una fachada de que todo está bien. Sino que aun cuando tengo dudas, aun cuando tengo miedos, aun cuando no sé para dónde ir, lo único de lo que estoy seguro es que sí, que Dios va a estar todo el tiempo conmigo. Que él es el único verdadero”, recuerda Irene Kruger, una de sus hijas. “A mí me sorprendía eso, que le encontraba cosas buenas a situaciones o personas que, para mí, no tenían nada de bueno. Tenía esa mirada respecto a todo como sacando lo bueno. Así que era muy positivo, con mucha energía”, concluye “Irenita” como le decía cariñosamente su papá.

Roberto, padre, esposo, ejemplo, y siervo de Dios 

Roberto, “Beto” como le decían cariñosamente quienes lo conocían, es recordado como un hombre sencillo. “Era muy sociable, muy carismático. Siempre saludaba a todo el mundo, desde el barrendero al policía, al que pasaba por la calle, aunque no lo conocía, se ponía a saludar”, según recuerda su hijo Carlos Kruger, actual profesor de Educación Física del colegio Estrella de Belén.

Nació el 25 de julio de 1948, en la ciudad de Coronel Suárez, provincia de Buenos Aires. Era un hombre de campo, criado en la zona rural de su ciudad natal. Se casó con Julia Irene Rolls de Kruger el 1° de febrero de 1975, en San Nicolás donde trabajaron como pastores en la Iglesia de la Unión Evangélica Argentina. El matrimonio tuvo 7 hijos: Carlos, Elizabeth, Irene, Débora, Roberto, Ana Julia y Evangelina.  

Su casa acogía a los necesitados, a los que buscan una palabra de aliento. Los cuidaban del frío, del hambre, no solo del estómago terrenal, sino también del alma, de la fe. “Siempre estaban trabajando, con horarios poco regulares como de las 8 a las 4 de la mañana, y ayudando a los demás”, comenta su hijo Carlos con respecto a su infancia y a la vida de su padre.  

Roberto Kruger junto a parte de su familia en su cumpleaños en 2019, cortesía de Irene Kruger

“Una persona muy práctica que nos llevaba mucho a independizarnos a tomar rumbo. Siempre te estaba impulsando a más. Me acuerdo que era chiquita y me mandaba a hacer cosas y yo decía “no, no voy a poder” y él me decía “sí, sí vas a poder”. En ese sentido pienso que nos enseñó mucho respecto a cosas sencillas y cosas difíciles también a cómo sobrellevarlas”, menciona Irene al recordar las enseñanzas que le daba su padre.   

Roberto y Julia Kruger en Bariloche, 1991

Con el tiempo, Roberto, Julia y sus hijos se mudaron a la ciudad de Tandil, donde continuaron su misión religiosa de esparcir la palabra de Dios. “A él lo conozco de chiquita porque fue pastor, junto a su esposa Julia de la Iglesia de la Unión de Mitre 643 donde se congregaba a las familias”, comparte Rocío Fernandez, actual preceptora del colegio Estrella de Belén. “Roberto siempre pasaba a visitarnos a casa, un pastor que era un siervo fiel de Dios y para la obra de Dios entregado, una de esas personas que siempre están pendientes del otro, de sus necesidades, de acompañar”, agrega Rocío.

“El pastor Beto” fue un hombre de fe. O mejor dicho “es”, ya que, tal como dice Irene Kruger en el escrito que le ha dedicado a su padre: “quien está en Cristo no muere, sino que duerme y es transformado”. Y si hay algo que caracterizaba a Roberto era su relación con Dios, de esas que traspasan, que marcan a los que están alrededor, que contagian. 

Silvana Czechowicz, profesora de educación cristiana, les comentó a los alumnos de 6to año de la promoción 2021 de nuestro colegio acerca de su último encuentro con Roberto. Fue en un supermercado, donde él, como era costumbre debido a su altura, la agarró del hombro y le dijo: “nena vos siempre mira a la vida, siempre pone tus ojos en lo que querés conseguir, en lo que querés lograr, que vas a llegar”. Lecciones que él mismo implementó en su vida y que llevarían a que, junto con su esposa Julia, fundaran lo que hoy en día es el Colegio Estrella de Belén. 

“Quizás a uno le cuesta creer estas historias de la Biblia que se narran. Si fue así, pero no lo vi, pero a Roberto sí lo vi. Aún lleno de problemas, con su enfermedad, casi sin poder hablar, me renovó un montón lo que me dijo. Porque los sueños que yo tengo, los que todos tenemos, necesitan que alguien los empuje y que nos dé una palabra de aliento, pero cuando viene de esta clase de personas son más poderosas las palabras”, reflexionó cariñosamente Silvana sobre dicho encuentro. 

Su obra, una expresión de amor a Dios y a la comunidad 

La familia Rolls-Kruger llega a Tandil en mayo de 1985, mismo año en el que se vuelve obligatoria la salita de cinco. Roberto, sale a buscar un jardín para su hija Irene que en ese momento tenía 4 años. Cuando vuelve, mira a su esposa Julia y le dice “vamos a hacer un jardín para Irenita”, dando a entender que no existía aún en nuestra ciudad un jardín como él quería.

Roberto junto a una de sus nietas

Así comenzó todo. En el terreno baldío detrás de la casa de los pastores, empezó a funcionar el Jardín Estrella de Belén (una sala integrada de 4 y 5 años). Pero este jardín no nació únicamente por una visión para su familia, fue más allá, una bendición para la comunidad, un sueño que compartía con Dios, que lo unía con su fe. “Poder sembrar no solo conocimientos, científicos y académicos, sino también sembrar como persona desde los valores, desde la fe, sembrar desde la parte espiritual, no solo desde lo académico”, destacó en cuanto al objetivo de fundación de Estrella de Belén Jesica Martin, actual directora suplente y profesora de Educación Física del secundario. 

Año a año se fueron sumando salones, todo a pulmón, buscando ayuda y colaboraciones, organizando partidos benéficos. Cuando recién comenzó a funcionar la institución no tenía subvenciones de ningún tipo. “Hubo unos grupos de jóvenes de Inglaterra que vinieron de una misión que se llama Latin Link (link en español). Eso era re lindo, venían grupos de unos veinte chicos de entre 18 y 22 años y se quedaban un par de meses. Ellos construían y, además, ponían la plata para la construcción y era re lindo estar con esos grupos porque era como estar con un grupo de intercambio”, recuerda sonriente Irene.

La escuela, y su objetivo, se volvió parte de la familia. “Antes las vacaciones mías eran venir a trabajar aquí en la escuela, que ahora tal vez se te matarían de risa los chicos, porque yo a los 12-13 años en el verano siempre quería venir a hacer otro salón más o pintar, arreglar algo. Así fue por como 15 años, hasta que se construyó todo el jardín, la primaria y la secundaria, recién ahora, hace 3-4 años, que no estamos haciendo construcciones o cosas porque ya están todos los niveles”, comenta Carlos Kruger.

Roberto y Julia recibiendo un reconocimiento por los 25 años de la fundación del Colegio Estrella de Belén

Hoy en día, la institución Estrella de Belén cuenta con más de 600 alumnos entre sus tres niveles (inicial, primario y secundario) aprendiendo y manteniendo vivo el legado entre todos. 

“Yo me siento bendecido en el contexto cristiano. Bendecido por continuar con la misma visión, que nuestros antecesores han tenido de que el colegio Estrella de Belén siga guiando e iluminando desde los principios y valores que nosotros proclamamos, que nos adherimos porque creemos en una educación integral. Que nuestros alumnos puedan adquirir la currícula y todo el pensamiento de formación para poderlos lanzarlos a la vida, pero con el mensaje esperanzador del señor Jesucristo”, reflexiona el pastor Rubén Javier Monge.

Viendo al colegio casi completamente terminado, el matrimonio llegó a la ciudad de Benito Juárez en el 2002, con la misma visión que los caracterizó durante toda su vida, ayudar a los que los necesitaban en nombre de Dios. Allí trabajaron en el Hogar Belén que en ese momento no se encontraba en muy buenas condiciones. “Su objetivo fue que el hogar funcionara bien, los primeros años vivieron momentos muy difíciles. Los chicos tenían ciertos hábitos que ellos creían que estaban bien, pero por ahí no eran buenos para la convivencia. Entonces mis papás les volvieron a poner hábitos de convivencia, de comer, de higiene, de limpiar y bueno de trabajo, de estudiar e ir a la escuela”, comparte Carlos Kruger. 

Roberto fue un siervo fiel de Dios, un visionario y ejemplo a seguir. Una de esas personas que contagian la fe, que la vuelven visible a través de su vida. Vida que dejó marcas en todos los que lo conocieron y en todos aquellos que formaron, forman y formarán parte de su legado, de la gran familia que es Estrella de Belén. Familia que lo recuerda y despide cariñosamente con un “hasta pronto” porque sigue vivo en Cristo Jesús y su esencia nutre a nuestro querido colegio. 

Aquí compartimos una emotiva carta que su hija Irene leyó durante el sepelio:

Benito Juárez, 6 de Mayo 2021


Nos queda grande. Hoy nos quedan grandes tus zapatos… Tus huellas son tan profundas que por todos lados podemos ver que anduviste y qué hiciste mucho. Nos queda grande tu camisa, tu estilo, tu elegancia. No sé cómo hacías pero lograste combinar y crear muchos estilos: camisa y traje para los domingos, joggins y zapatillas para correr un lunes seis de la mañana. Tomabas café en lugares y con personas reconocidas y mate en la vereda con quien pase por ahí. 
Nos quedan grandes las casas que vos siempre llenabas de gente: ¡cuántos comieron y durmieron invitados por vos!, personas a las que siempre encontrabas algo admirable para destacar. 
Nos queda grande la vida que supiste vivir a pleno,  intensa. Si hay algo que no pudiste fue pasar desapercibido. A todos les preguntabas el nombre, de dónde eran, ¡y alguna relación encontrabas para seguir charlando! En cada lugar que entrabas encontrabas algo que se podía mejorar; siempre con ideas, con sueños, siempre mirando para adelante y haciendo parte a muchos. Porque siempre te gustó eso de muchos, de cientos, de miles: congresos grandes, predicadores grandes, comidas grandes, y así querías que fuese tu despedida: una gran fiesta con muchísima gente, que no estuviesen tristes porque se celebra la vida de alguien; y por eso perdón, porque hoy nos queda grande este momento… No sabemos qué hacer, cómo organizarlos, pero si sabemos que hay algo grande muy grande (para vos no falta nada) una fiesta increíble que se celebra cuando todos los hijos de Dios se reúnan en la casa del Padre,  y eso sí será grande y glorioso porque para siempre viviremos con quien nos amó desde el principio con quien nos creó y nos compró a precio de sangre, con quién nos limpió y dio ropa nueva, calzado y anillo. 
Y veo en vos ese amor del Padre del cielo que quiere que todos vengan, que nadie quede afuera, que prepara una fiesta grande, grande, grande. Y veo en vos algo que quiero… No tener miedo a equivocarme.  Creo que me enseñaste que es mejor un agujero en la pared que ningún cuadro colgado por miedo a hacerlo mal. Me enseñaste a respetar a otros, a buscar a otros, a pensar lo mejor de todos. Me enseñaste cosas simples. A hacer trámites, a cruzar la calle, a limpiar la mesa, a tomar mate, a viajar. Me enseñaste a soñar a lo grande y a trabajar sin importar las críticas. Me enseñaste a conformarme con comidas sencillas y también a cocinar cosas ricas. Disfrutabas la comida sin que ella te manejara las emociones.
Amabas estar vivo. Amabas los amaneceres , una buena sombra, una linda siesta. Amabas bullicios y silencios pero ya no diré más “amabas” sino  “amas” porque quien está en Cristo no muere sino que duerme y es transformado.
Por eso, ¡descansa! Y no te preocupes que vas a tener cosas para hacer porque en el cielo no vamos a estar tirados en tocando el arpa, ¡no! Reinaremos con él , con Cristo Jesús amado nuestro.

Irene