Por Facundo Arana, Leandro Vicente, Mateo Tessi y Mateo Sorroche
Zeban Alothman y Eman Kasawat son una pareja de refugiados sirios en Argentina. En esta entrevista comparten sus vivencias del conflicto, cómo lo dejaron atrás y cómo encontraron su nueva vida en Argentina. También cuentan sobre la libertad que sienten, los choques culturales que sufrieron en el país y sus planes a futuro.
El pasado 28 de mayo, el Colegio Estrella de Belén tuvo el honor de recibir a una pareja muy especial, Zeban Alothman y Eman Kasawat, un matrimonio de refugiados sirios que encontraron un nuevo hogar en Argentina desde hace cinco años. Durante su visita, tuvimos la oportunidad de entrevistarlos y escuchar de primera mano sus experiencias viviendo en medio de la guerra y su viaje hacia la esperanza y la reconstrucción.
¿Nacieron en un contexto de guerra?
Eman: No, no había guerra antes. Hace muchos años, en los ochenta, creo que hubo una guerra, pero no en toda Siria, solo una ciudad, y ya la cerraron. Pero la guerra que comenzó en 2011, es en toda Siria. Pero entre ese tiempo, dos tiempos, vivimos muy bien. Todo bien, no había guerra, teníamos seguridad. Solo no podías hablar de política.
Zeban: Igual tiene doce años la guerra, cumple doce años. Antes a Argentina no se podía venir, por el programa pudimos entrar al país, pero si no había un programa nosotros hubiésemos tenido que pelear, ahora no hay otra forma. [Silencio]
Hoy Siria tiene otro problema, no solo con ISIS, sino también con los kurdos, que tienen otra lengua, no hablan idioma árabe, Ellos quieren hacer un país solo, entran a un país como el mío. Ellos se quedan en el país muy tranquilos hasta que el gobierno se cansa y entran y arman su país, esto es así, y ahora nosotros tenemos problemas con ellos, nosotros no queremos cambiar el gobierno más, yo no quiero dejar mi raíz para ellos.
¿Cómo se vivía la guerra en tu entorno?
Eman: La gente salió a pedir libertad. Quieren expresarse, quieren hablar ¿Qué les molesta? ¿Qué falta? ¿Qué derecho tienen? ¿Qué no pueden hacer? ¿Qué pueden hacer? Y ahí empezó la guerra. Por eso. Como estábamos cerrados y la gente quería salir, porque no aguantan más. Cuando salieron ya empezó la guerra.
Zeban: Lo más fuerte fue cuando entró ISIS, tienen cabeza para pensar para el mundo, no solo para Siria. Ellos quieren hacer problemas con todo el mundo. Quieren hacer como un país religioso, para ellos. Igual ellos mienten, ellos matan musulmanes, matan cristianos, matan judíos, matan animales. [Silencio]
Igual empezó la guerra como chiste para nosotros. Como mañana terminamos, mañana terminamos, pero quedamos dos años abajo del avión, abajo de la guerra. Y bueno, había mucha muerte, había muchas casas rotas, había muchos chicos sin familia en la calle. Si no tenés plata no tenés nada para comprar. Y había gente que mataba a otra para comer.
¿Sintieron miedo por sus vidas en algún momento?
Eman: No había chances para que se termine esa guerra. Cada día más fuerte. Y pensamos, no, no se puede vivir más. Tenemos dos nenas, eran bebés, y no podíamos, él no tenía trabajo. No podías salir de casa, no hay agua, no hay luz. No, no, no se puede vivir más. Si te vas a dormir no sabes si vas a despertar. Porque las bombas… Ya teníamos como un reloj. Cada dos minutos había una bomba. Si no sale el avión, hay armas en la calle. Entonces no se puede vivir más. Hay gente que vive todavía allá, pero yo la verdad no entiendo cómo. No sé, o ya viven con la guerra y ya están acostumbrados, pero yo no podía en ese momento y era mucho menos que ahora. Después cuando salimos se puso más fuerte, entraron más países a pelear.
¿Cuáles fueron las situaciones más difíciles que pasaron?
Eman: No a nosotros directamente, sino a los vecinos, les cayó un cohete. Salen dos juntos, pero el otro tarda como dos o tres minutos. Cuando cayó, ya cortó la luz. Pensé que mi casa era fuerte, pero cuando escuché, la gente estaba gritando y decía que murieron, murieron. Zeban quería salir, yo dije, ¿a dónde vas a salir? No hay luz y sabemos que va a caer el otro. Y yo no le dejé salir y cayó el otro. Y ahí cuatro personas murieron y los otros los llevaron al hospital.
¿Cómo llegaron a Argentina?
Zeban: Venimos con un programa, una familia, una iglesia. Pero bueno, igual por ayuda del gobierno argentino. Entramos al país sin nada, venimos sólo con la ropa nada más, venimos por la guerra sin nada, no pagamos nada de nada.
¿A qué se dedican y a qué se dedicaban?
Zeban: Acá tengo trabajo, gracias a Dios. Allá en Siria tengo un taller con empleados. Fui al Líbano y trabajé de empleado. El empleado inteligente cobra doscientos dólares por semana. Cuando entramos a la Argentina nosotros llegamos sin nada. Empecé con una máquina familiar, ahora tengo taller, hago vestidos de quince, de novia, de egreso, igualmente, el año pasado trabajé para varones.
Eman: Cuando salimos al Líbano trabajé con él en una fábrica de ropa y después dejé, acá empecé a vender comida árabe con la pandemia, y hace ocho meses empecé a trabajar en la cocina del hospital.
¿Tienen familia en Siria? ¿Saben algo de ellos?
Zeban: A la primera bomba mi hermano fue con mi familia a Líbano, la esposa de mi hermano estaba embarazada y querían darle la ciudadanía siria a su hijo, fue toda su familia hasta Siria y todo el camino tuvieron que pagar. Cuando anotó al bebé en el civil le dijeron que vuelva después de cuatro días para los papeles, cuando él fue no volvió, lo agarraron por el nombre y estuvo detenido una semana. Yo tengo familia en Siria y cuando no volvió todo el mundo se preguntaba dónde estaba. Luego de esa semana mi hermano volvió “hablando todos los idiomas” (hace referencia a las torturas). Hablamos con ellos por videollamada.
Eman: No, yo en Siria no tengo a nadie, mi familia, mi papá y mis hermanos, están en Turquía así que no tengo a nadie en Siria.
Zeban: Yo tengo a mi hermana que todavía vive en Siria, y vive en mi casa, igual es difícil hablar con mi hermana, depende de la luz y el internet que haya allá. Igual gracias a Dios ella está muy bien, muy buena guerrera porque empezó con el gobierno, con ISIS.
¿Tuvieron algún choque cultural?
Zeban: Yo no puedo hablar mal del gobierno en Siria, acá no pasa nada, viene alguien y dice “este gobierno es malo” o “este gobierno es bueno”.
Eman: Allá las paredes tienen oídos.
Zeban: Para mis nenas fue fácil, para nosotros difícil. Lunghi nos dijo que iba a venir a nuestra fiesta y vino su chofer a nuestra casa. Yo tengo una amiga que tiene cinco hijos con diferentes hombres. Trabajé el vestido de las cinco nenas, ella se casó con cinco hombres diferentes y para mí eso es feo, perdón.
Allá en Siria, los hombres se pueden casar con hasta cuatro mujeres por una ley del gobierno. No significa que va a casarse con cuatro mujeres, no es fácil. Si mi mujer no puede tener bebés, entonces yo tengo una razón para casarme con otra. Si mi mujer enferma, para no separarme de mi mujer, puedo casarme con otra.
¿Qué cosas te gustan hacer en Argentina que eran imposibles de hacer en Siria?
Eman: Para nosotros lo mejor es la libertad. La libertad para mí en Siria tiene como otro concepto, la libertad para ellos es como vivir sin límites sin Dios, sin la gente, sin la cultura, sin nada. Así piensan que es la libertad, pero para mí no. Vivir bien, con el límite de que lo más importante es Dios para nosotros y también no puedo lastimar al otro si vivo mi libertad, mi libertad tiene que ser, y acá la encontré. Gracias a Dios vivo bien, mis hijas viven, mi hija va a fútbol, allá no pueden, no puedo mandarla a fútbol porque es para varones. Mi otra hija iba a la escuela de danza y allá tampoco puede. Para mí la libertad es lo más importante que encontré.
Zeban: Para mi trabajo en Argentina, yo entro a la oficina de Lunghi y hablo con Lunghi.
Eman: Acá se puede caminar sola en la calle, allá no se puede.
Zeban: Lo más importante de Argentina para mí es el asado. (Se ríe)
¿Tienen pensado volver a Siria?
Zeban: Le preguntaron a mi hermano si por cien mil dólares volvería a Siria y dijo que no, él dejó su casa, dejó todo, no solo yo dejé mi casa, yo tengo más que mi hermano, pero igual dejé todo, pero no, no volvería.
¿Cómo se ven en diez años?
Eman: Mis hijas todavía no tienen planeado que van a estudiar porque todos los días cambian, un día quieren algo que al otro no, como lo pasaron ustedes. A nosotros nos gustaría que ellas estudien algo también que ellas quieran, no podemos obligarlas. La más grande me dice lenguas extranjeras, pero cambia.
La historia de Zeban Alothman y Eman Kasawat es un testimonio conmovedor de la lucha y la superación frente a la adversidad. Su valentía al abandonar su lugar de nacimiento en busca de un futuro mejor es inspiradora para todos nosotros. A través de sus palabras, hemos podido comprender las terribles realidades de la guerra en Siria y la valiosa oportunidad que encontraron en Argentina para reconstruir sus vidas. Su historia nos impulsa a reflexionar sobre el significado de apoyar solidaria y empáticamente a las personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares.
Zeban y Eman nos recuerdan que, a pesar de los desafíos y las diferencias culturales, todos compartimos un anhelo común de libertad y dignidad. Su determinación y esperanza nos motivan a construir un mundo más inclusivo y acogedor para aquellos que han sido desplazados por conflictos. En nuestro mundo caótico, la historia de Zeban y Eman les recuerda a las personas que perseguir la esperanza siempre es posible.